Sorprendió la agilidad con que los Presidentes americanos se reunieron y repudiaron juntos la sublevación en Quito, demostrando integración regional y gran cooperación ante los fantasmas de la inestabilidad política tan propia de nuestras tierras. Podría sentarse un precedente en cuanto a forma de actuar ante hechos como éste, un Gobierno sin reconocimiento por sus pares, sin poder comercializar con sus vecinos y con sus fronteras cerradas, no tendría más salida que convocar a elecciones y que el pueblo soberano elija sus autoridades.
En las calles y redes sociales también se hizo sentir el apoyo hacia la institucionalidad, más allá de ideologías ó estar de acuerdo o no con la política desarrollada por Correa. La consigna fue clara: nadie quiere saber nada sobre derrocamientos a Gobiernos constitucionales.
Es que un grupo de personas que toma el poder por la fuerza y sin respetar la ley, puede hacer con nuestros derechos y garantías lo mismo, es decir, avasallarlos y aniquilarlos sin ningún impedimento.
Todos conocemos la triste historia Latinoamérica de arribar al poder por vías de hecho, sus consecuencias se proyectaron hasta nuestros días (juicios, apropiaciones ilegales). A una generación entera le cuesta olvidarse y aún seguimos hablando sobre aquellos años, basta abrir cualquier diario Argentino y sin excepción, alguna línea nombrará a los “setenta”.
Muchos tuvimos la suerte de nacer, crecer, estudiar y formarnos en democracia, creo que en Argentina esta muy fortalecida, hemos madurado mucho en ese sentido; pero ésta es insipiente en nuestro continente, sobre todo en los países menos desarrollados, recordamos lo sucedido en Honduras, y hasta el mismo Ecuador desde el año 96 a la fecha ha tenido 10 presidentes (2 militares incluidos).
Los gobiernos y gobernantes salen del pueblo, son su reflejo, la sociedad los engendra y los elige. Con el sufragio otorgamos y quitamos al mismo tiempo el poder, pero a veces no alcanza, se requiere participación ciudadana en las vida pública, ya sea para controlar ó para ser parte activa de la misma; se necesita el respeto mutuo entre las plurales voces políticas, se tiene que creer y confiar en las instituciones, con sus tiempos y modos.
De ese modo construiremos y consolidaremos nuestra Democracia.