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martes, 25 de octubre de 2011

Libro de Quejas

Tomamos de Zygmunt Bauman el concepto de sociedad liquida, que nunca llega a ser sólida por tender siempre a los simple, por no involucrarse. Nos rebelamos pero nunca nos revolucionamos, es más fácil reaccionar que accionar y por decantación rechazamos pero nunca proponemos nada.

En las redes sociales se desató una catarsis que nada tiene que ver con los resultados de las urnas: que votan los pobres, que están todos comprados por los planes, que la democracia no sirve para nada.

Sin involucrar a banderas políticas ni hacer propagandismo de ningún tipo, ni teniendo en cuenta la reelección de Cristina, propongo que reflexionemos cada uno en su interior sobre el lugar que ocupamos y que derecho tenemos a quejarnos una vez y ¡cada cuatro años! He aquí la guía para pensar antes de intentar cambiar el mundo/país desde la mesa del café:

¿Participamos en la vida de los partidos políticos?

¿Alguna vez fuimos a una marcha/movilización para reclamar un derecho?

¿Hicimos trabajo social o luchamos por una causa que considerábamos justa? ¿Cuánto tiempo?

¿Conocemos de cerca la problemática social que existe en los barrios marginales de los que tanto opinamos o solo los vimos por televisión?

Un modelo de país no se debate por twitter o facebook, se lo realiza y construye día a día con participación ciudadana, creo que estaríamos de acuerdo en que la democracia es una porquería si solo es votar cada dos años, hay que involucrarse, ser parte activa.

Basta de quejas si nunca hiciste/hicimos nada, por favor también olvidarse para siempre de la patética excusa: “Yo pagó mis impuestos”.


martes, 18 de octubre de 2011

El mito acerca de la “Cultura del Trabajo”

En toda mesa y discusión argentina sobre políticas sociales aparecen dos tópicos comunes: hay que fortalecer la educación como pilar del futuro y volver a la cultura del trabajo, esa que trajeron nuestros bisabuelos de los barcos.

A veces por un caso aislado que puedo haber sucedido o no, el opinólogo medio generaliza y afirma: “la gente ya no quiere trabajar, les conviene recibir ayuda del Estado y todos esos planes”. Es una falacia tan grande y repetida que todos caímos allí alguna vez.

El Centro de Investigaciones de la U.N.C realizó un estudio sobre trabajos ofrecidos en los diarios durante el año 2010 y así determinó que por cada puesto ofrecido hay veinticinco aspirantes a ocuparlos. ¿Dónde está entonces la tan en boga cultura anti trabajo? Me aventuro en concluir que quien no trabaja es porque no encuentra un empleo, simplemente existe mas demanda laboral que oferta de la misma. Esto sucede en todos los países.

Acaso ¿alguien conoce un cierre de fábricas porque los obreros decidieron no seguir en sus funciones? ¿O de verdad pensamos que una persona puede optar por recibir un dinero ínfimo antes que tener un empleo en blanco, bien remunerado, con obra social, seguro de desempleo y aportes jubilatorios?

No quiero meter en el medio las medidas asistencialistas o subsidios que el Gobierno entregó o entrega, solo derribar la paradoja de que las clases bajas no trabajan porque no quieren; es un mito tan anacrónico y reduccionista como el tristemente célebre “el pobre es pobre porque quiere”.