Nº Visitantes

miércoles, 4 de agosto de 2010

Elpidio Gonzáles

En el post anterior escribí que un ex vicepresidente terminó vendiendo ballenitas en Plaza de Mayo, lo hice apelando a mi memoria y a las indelebles charlas con mi abuelo. Rectifico la información, lo que Elpidio Gonzáles vendía eran anilinas.

Fue Ministro de Guerra (1919) y luego Jefe de la Policía de Capital Federal (1921) durante la presidencia de Hipólito Irigoyen, en el segundo mandato del “Peludo” fue Ministro del Interior (1928). Llegó a ser Vicepresidente de la Nación junto con Marcelo T. de Alvear (1922-1928).

Cuando llegó al poder, su patrimonio era 350.000 pesos fuertes; en 1930 con la revolución de Uriburu se encontró con deudas por 65.000 pesos, motivo por el cual, le remataron su casa en calle Gorostiaga.
Así fue como el secretario de la Presidencia lo vio vendiendo anilinas en Plaza de Mayo, al comunicárselo al Presidente J.P Justo, éste le entrega un sobre con dinero para Elpidio, ante aquel buen gesto respondió: “No voy a permitir que me ofenda el Presidente ni nadie, por mas buena voluntad que haya en el medio”.

Debido a esta circunstancia, el Diputado conservador Adrián Escobar presenta un proyecto de ley que establece la pensión vitalicia para los ex presidentes y vicepresidentes. En el debate parlamentario, se hace alusión al caso de Gonzáles.
Cuando un amigo le comenta eufórico a Elpidio que de ahora en mas cobrará 2000 pesos de jubilación por sus funciones, la respuesta fue tajante: “No, yo no puedo aceptar eso. Hay que servir a la Nación con desinterés personal, y después de disfrutar e honor de haber sido presidente o vice, no se le puede exigir al Estado que nos mantenga con altos sueldos vitalicios”

Pero para no dejar dudas, con la ley ya sancionada y promulgada, envía una carta al Presidente de la republica:
“…cúmpleme dejar constancia ante el señor Presidente, mi decisión irrevocable de no acogerme a los beneficios de dicha ley. Al adoptar esta actitud cumplo con íntimas convicciones de espíritu.
Jamás me puse a meditar acera de las contingencias adversas que los acontecimientos me pudieran deparar. Confió en poder sobrellevar la vida con mi trabajo, sin acogerme a la ayuda de la República, por cuya grandeza he luchado, y si alguna vez he recogido amarguras y sinsabores me siento reconfortado con creces por la fortuna de haberlo dado todo por la felicidad de mi patria”

Murió en 1951 en el Hospital Italiano, sin casa ni familia que lo cuide, con pocos amigos rodeándolo.

Una persona que trabajó y luchó por el bien común, con errores y aciertos, pero con la dignidad intacta de haberlo intentado todo aún en perjuicio de sus intereses personales.
Es la verdadera excepción a la regla de que todo político se enriquece en la función pública, desde aquí este pequeño homenaje a alguien que no es tan recordado, pero bien podría servir de ejemplo a tantos que nos representan.



Citas: Castro, Nelson. La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos,- 1ra ed.-Buenos Aires: Javier Vergara Editor, 2009. ISBN 978-950-2423-9

No hay comentarios:

Publicar un comentario