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martes, 25 de septiembre de 2012

Sobre re-reelecciones


Un viejo profesor de derecho constitucional enseñaba que nuestra Constitución es el único recurso con el que cuenta el simple ciudadano para cerciorarse de que el gobernante de turno no se convertirá en un déspota o tirano, allí están escritos y establecidos en forma clara los limites dentro de los cuales se debe ejercer el poder, tanto orgánicamente como en cuanto a derechos individuales, sociales y garantías que no se pueden avasallar.

La historia conoce de reformas, reelecciones y su intima conexión con la coyuntura política, luego de la primer reforma constitucional de 1860 para la incorporación de la provincia de Buenos Aires, siempre detrás de todo intento por revisar nuestra Carta Magna existió el deseo de perpetuarse en el poder. El propio Perón fue el primero en modificar la constitución para poder ser reelecto en el año 1949, más allá de las reformas y conquistas sociales incluidas en dicha constitución peronista – que se verían plasmadas en el actual artículo 14 bis luego de la abrogación por el gobierno de facto en 1957 – la clara intención del líder justicialista fue seguir siendo el presidente de los argentinos.

También sucedió en la última reforma a nuestra ley fundamental ocurrida en 1994, impulsada por el entonces popular Carlos Menem, cualquier ciudadano sabe que fue fogueada y pactada con la inequívoca intención de mantener en el poder al riojano. A dieciocho años de aquella reforma, el solo mencionar al ex presidente es mala palabra y mal visto, pero en su momento tuvo tanto poder y consenso como para modificar la constitución a su justa medida para seguir en el sillón de Rivadavia. Ese es el sentido del postulado republicano y democrático de alternancia en el poder, evitar crear líderes personalísimos, porque sabido es que el poder corrompe, desgasta y los individuos terminan confundiendo los cargos institucionales con su propia persona.

La instalación de un debate por la reforma constitucional no posee ningún otro propósito que no sea la sola re-reelección de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. ¿Cuáles han sido los argumentos jurídicos esbozados para convencer de la necesidad de reexaminar nuestra ley fundamental? No los han explicado claramente ni los han encontrado, trasluce el único empeño en que nuestra presidenta pueda ser reelegida.

Nuestra ley fundamental no necesita mutaciones; en aquella última reforma de 1994, en el seno de la Convención Constituyente los sectores más progresistas de nuestro país se encargaron de aprovechar la ocasión para incluir los modernos derechos de tercera generación: protección de los consumidores, protección al medio ambiente, reivindicación histórica a los pueblos originarios, medidas de amparo colectivo e individual y lo mas importante: inserción en el bloque de constitucionalidad de los tratados y convenciones de Derechos Humanos. Sumados a ellos, se incluyó en el marco de la institucionalidad, las figuras del Consejo de la Magistratura, Defensoría del Pueblo y Auditoria General de la Nación. Todo lo cual lleva a concluir y afirmar que tenemos una constitución de avanzada, actual y conforme con los tiempos que corren, la propia historia es la encargada de demostrar que bajo la actual Constitución y respetándola, se dieron gobiernos tanto de tinte neoliberal y desreguladores de la economía, como intervencionistas con un rol activo del Estado en los problemas económicos y sociales.

Cualquier reforma por la sola instauración de la reelección indefinida debería ser rechazada por la sociedad y electores, es que si la misma Constitución se encarga de fijar el límite de dos periodos, no puede el propio Poder Ejecutivo alcanzado por la prohibición, encargarse de modificarla. La constitución es quien regula y delimita el marco de acción del poder político en pos de una organización armónica, democrática y republicana; carecerían de sentido y fundamento dichas limitaciones si los gobernantes por el simple hecho de alcanzar las mayorías legislativas especiales cambian las reglas de juego que le son aplicables.

Se derrumba el fundamento político-social de nuestra organización: un pueblo soberano entrega mandato a sus representantes bajo juramento de respetar la Constitución, que luego la modifican para saltear las limitaciones que ella misma impone.

Un proyecto político puede llevar y durar más de los ocho años que prevé la Constitución como limite al ejercicio del cargo ejecutivo, si se puede pensar en procesos a largo plazo - de hecho el kirchnerismo cumpliría doce años al mando del gobierno cuando finalice el actual mandato en 2015- pero como la propia palabra lo indica, un proyecto no se basa en un caudillismo a ultranza. La Constitución no le impide al oficialismo presentarse y ganar las elecciones, es falaz el argumento de reformar la Constitución para profundizar un proceso transformador, el Frente Para la Victoria como partido político tiene que elegir su propio candidato y presentarse en elecciones para continuar con la línea de su antecesor, tal como ocurrió en Brasil con el Partido de los Trabajadores y la sucesión presidente Lula da Silva, no buscar pretextos para reformar la Constitución.

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