Es que en Argentina, donde nadie puede negar la gran cantidad de recursos, es inconcebible la desigualdad social, y la falta de equidad es abrumante: se producen alimentos para 300 millones de personas, nuestra población no alcanza a los 40 millones, y aun así no somos capaces de erradicar la indigencia y la desnutrición infantil.
Por ello apoyar medidas que reduzcan esas brechas me parecen una buena opción, no podemos seguir esperando esa “mano invisible” que nunca apareció; ya estamos en condiciones de asegurar que ella es una gran mentira.
Pero con el ejemplo también se educa y enseña, y el matrimonio presidencial de Nestor Kirchner y Cristina Fernández no es la mejor representación acerca de distribuir la riqueza.
Desde que arribaron al poder, su patrimonio incremento en un 710%, y del 2008 al 2009, en su última declaración jurada, hubo una diferencia de 10 millones de pesos en tan solo un año. Números que dejarían atónito a muchos empresarios nacionales, varios de los cuales serían capaz de venderle el alma al diablo por obtener tales réditos y dividendos.
Personalmente, no me molesta ni me disgusta que una persona sea rica ni millonaria, no es un delito como muchos creen, ni tiene porqué ser motivo de agravios y sospechas; por lo general ello es fruto de un gran esfuerzo personal y muchos años de trabajo.
Si me provoca nauseas, que todo aquel que forma parte de los órganos estatales llene sus arcas de manera grosera; y en este punto no me interesa si el dinero lo tenía de antes o después. Quien ejerce la función pública, debe preocuparse exclusivamente por los intereses de la sociedad entera, dejando totalmente de lado su peculio personal, y si esto no es muy seductor, pues mejor no intervenir en política y si dedicarse a negocios particulares y a crecer económicamente.
Que lindo y honorable sería que algún gobernante llegue con los bolsillos bien gordos y se vaya con los mismos vacíos, tuvimos casos excepcionales: uno, ex Presidente ya retirado, no tenía para pagar su café en las reuniones de partido, le habían puesto despectivamente “tortuga” de apodo. Otro siendo ex Vice-Presidente, vendía ballenitas en Plaza de Mayo, todos lo recuerdan como “un pobre tipo”. Lamentablemente, la regla es todo lo contrario, nadie se va del poder sin unos buenos pesos ahorrados.
Aunque algo debo reconocer: desde que salió la Ley de ética pública, todo informe patrimonial de nuestros representantes, se parecían mas a un chiste que a una declaración jurada, nadie tenía propiedades ni bienes, y cuando se le preguntaba por su modo de vida, se justificaban diciendo “donaciones de amigos”. En esto hay que darles la derecha a nuestra Presidenta y Diputado que no escatimaron en declarar sus jugosas ganancias.
En esta época, donde el noble trabajo de representar a una Nación se desdibuja entre la opinión pública y en el inconsciente colectivo se cree erróneamente que ser político es sinónimo de delincuente de guante blanco, es aquí y ahora donde el principio de austeridad republicana debe aparecer en todas sus dimensiones, demostrando que ser mandatario implica una vida dedicada al bien común, con total desapego al beneficio particular, para así predicar a las generaciones futuras y eliminar para siempre esa creencia de que inmiscuirse en política es con la única finalidad de “salvarse”.
Hace exactamente un año atrás Mario Vargas Llosa calificaba a Nestor Kirchner como “el mejor capitalista”. Aunque detesto los términos “capitalista” y “comunista”, contradiciéndome un poco, creo que encontró la palabra justa para hacer notar ese abismo entre su doctrina para distribuir y su crecimiento patrimonial desmedido desde que el matrimonio nos gobierna.

Escrito originalmente para http://maxitell.wordpress.com la semana pasada